A través de los ojos de Martín de Viloalle, segundón de un viejo linaje
español con más ínfulas que grandeza, contemplamos con escepticismo el retrato
del vertiginoso final del XVIII, siglo que se quiso de las luces y de la
Ilustración, pero que resultó ser de los totalitarismos. Lo veremos despeñarse,
ante su atónita mirada, por el acantilado de la Historia, ese espejismo
moldeado a capricho de los poderosos y soñado por los eruditos, en busca de un
desenlace convulso y sorprendente, que resulta, a la postre, decisivo para la
formación de la Europa moderna. Comprobaremos como el noble arte de la guerra
se transforma en tramposo ventajismo en manos de Federico de Prusia. Seremos
testigos de la expulsión de los jesuitas y de los tejemanejes palaciegos de la
corte papal de una Roma decadente. Veremos con escepticismo como la logia
masónica se disfraza con bufonadas en busca del favor de unas monarquías tan
caducas como deseosas de perpetuarse aprovechando la grandeza ajena. Viviremos
el terremoto imparable de la Revolución Francesa, ese caos libertador que
engendró al dictador Napoleón y sembró la semilla de los estados modernos.
Con Lo que sé de los vampiros,
galardonada con el premio Nadal en 2008, Francisco Casavella nos desenmascara
el trampantojo de la Historia con la maestría de los grandes escritores, antes
de dejarnos huérfanos de sus posteriores obras con su prematuro deceso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario