Tras Infancia y Juventud, el nobel sudafricano prosigue
con sus “memorias” en Verano, novela
en la que se cuenta la etapa que comprende entre 1972 y 1975, con John Coetzee
de regreso a Sudáfrica durante un periodo fundamental para la historia del
país. El relato se desgrana de forma premeditadamente desapasionada y fría,
mediante un experimento narrativo que subraya el distanciamiento de lo que se
cuenta. Un joven biógrafo de nacionalidad británica prepara un libro sobre el
escritor John Coetzee, una vez fallecido. Para ello se entrevista con algunas
personas que lo conocieron. Cuatro mujeres con las que ha mantenido algún tipo
de relación sentimental (si es que esa palabra cabe en el universo del
personaje Coetzee) y un profesor de literatura del que fue compañero. A esto se
suman notas del propio autor con las que se abre y se cierra la novela.
Con una marcada influencia de Samuel Beckett (y una más sutil de Roberto
Bolaño), Verano plantea al lector el
tema de una inevitable incomunicación como fuente de conflictos (personales,
familiares, sentimentales, políticos…) y la imposibilidad de que los personajes
cambien su destino (sustantivo éste que Coetzee convierte en sinónimo de
fatalidad).
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