Si bien el resto de la obra literaria de Saint-Exupéry ha sido justamente
olvidada, todavía nos quedan los rescoldos de su fama por mor de este librito,
cuya mayor (y única) virtud reside en su brevedad. Por lo demás, no se salvan
ni las ilustraciones, que también son obra del piloto francés.
Considerada, injustificadamente, lectura adecuada para niños y adolescentes
(más de un posible lector habrá malogrado esta confusión), narra en sus páginas
el desafortunado encuentro entre un homosexual pedófilo con complejo de Peter
Pan y un tierno infante que parece sufrir algún tipo de autismo, o, cuando
menos, cierta estupidez congénita.
Aviso a los bilingües que leer El Principito en su lengua
original (es decir el francés) no hace sino empeorar el resultado, pues el
relato, ya de por sí pedante, incrementa, aunque pueda parecer imposible, sus
altas dosis de cursilería y mojigatería.
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